martes, 23 de noviembre de 2010

Problemas de conducta y resolución de conflictos. Comportamiento antisocial. Portal Formativo.

ÍNDICE
3 Comportamiento antisocial
3.1. Introducción
3.2. Concepto
3.3. Diferencias de género y edad en el comportamiento antisocial
3.4. Factores de riesgo
3.4.1. Factores individuales
3.4.2. Factores familiares
3.4.3. Factores escolares
3.4.4. Factores socioeconómicos y culturales
3.5. Comportamiento antisocial, trastorno de personalidad antisocial y delincuencia
3.5.1. Comportamiento antisocial
3.5.2. Trastorno antisocial de personalidad
3.5.3. Delincuencia juvenil
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
Uno de los problemas más importantes en la infancia y la adolescencia, y que representa una importante problemática social, es el de los trastornos de conducta, términos que denominan, entre otros conceptos, a lo que conocemos como conducta o conductas antisociales. Este tipo de comportamiento preocupa a padres, profesores, otros adultos e iguales, ya que la constancia de estas conductas provoca una grave perturbación, tanto para las familias, como para las instituciones y la sociedad en general.
Bajo el concepto comportamiento antisocial se engloban problemas diversos como: la agresión; la crueldad y la violencia hacia otras personas, animales o cosas; la agresión sexual; las conductas pirómanas; el absentismo escolar; el robo ejercido sobre propiedades y personas; etc. Estos problemas, que suelen comenzar a presentarse en la etapa de la infancia y la adolescencia, que requieren la atención de la sociedad y que podrían tener un carácter transitorio, pueden llegar a convertirse en problemas estables o crónicos en la edad adulta, e incluso ser la base de otros problemas o condiciones patológicas no destinadas en principio a alcanzar el grado de conducta antisocial.
Una de las principales estrategias que se debe emplear para paliar estos problemas es la prevención de los mismos, bien detectándolos lo más rápidamente que sea posible para eliminarlos con una mayor facilidad, o bien identificando las condiciones de riesgo para que no lleguen a originarse.
En esta unidad didáctica es este aspecto el que vamos a tratar con mayor profundidad, dedicando una mayor atención a las condiciones asociadas al origen del comportamiento antisocial, a su evolución y su mantenimiento, y a las condiciones de riesgo de esos
trastornos de conducta para evitar que lleguen a producirse. En esta unidad también vamos a abordar las características definitorias y diagnósticas de evaluación presentadas por estos problemas de conducta antisocial.
Se han utilizado diferentes expresiones para referirse a las conductas o comportamientos antisociales: conductas impulsivas, trastornos o problemas de conducta y delincuencia. Sin embargo, los términos que desde el principio es necesario definir debido a su semejanza son: conducta antisocial y trastorno de conducta.
La expresión conducta antisocial se refiere, de forma general, a cualquier conducta que refleje el incumplimiento de reglas y/o normas sociales y/o la materialización de una acción contra los demás. Estas conductas antisociales remiten a distintas acciones como peleas, mentiras y otras conductas, independientemente de su gravedad y frecuencia; es decir, una conducta antisocial hace referencia a la variedad de actos que violan las normas sociales y los derechos de los demás.
Por otra parte, la expresión trastorno de conducta antisocial hace referencia a las situaciones en las que los niños y/o adolescentes manifiestan un patrón de conducta antisocial, generado por la existencia de un deterioro significativo en el funcionamiento diario en casa, en la escuela, en las actividades extraescolares, o cuando las conductas son apreciadas como incontrolables por sus familiares, educadores y amigos.
De esta forma, un trastorno de conducta se definiría como una conducta antisocial clínicamente significativa y que excede claramente el ámbito del “normal” funcionamiento.
En este caso, sí es necesario tener en cuenta diferentes aspectos como la gravedad o magnitud de la conducta, la frecuencia, la cronicidad y la repetición de la acción; debido a que la frecuencia con la que un niño o adolescente se ve envuelto en conductas consideradas antisociales (peleas, mentiras, robos, etc.) establece si esa conducta demanda o no una atención específica.
Como se puede observar, ambos conceptos son muy ambiguos puesto que, por un lado, el que una conducta se incluya como antisocial puede depender de la opinión acerca de su severidad y de su desviamiento de las normas, de la edad, del sexo, de la clase social, etc., y, por otro lado, se debe tener en cuenta que muchos de los comportamientos considerados antisociales aparecen en el transcurso del desarrollo normal del individuo y desaparecen con el tiempo.
La consideración de que una conducta antisocial forma parte del desarrollo normal de las personas, motiva la necesidad de mencionar las diferencias que los parámetros de género y de edad pueden generar en estas conductas.

• Diferencias de género en el comportamiento antisocial:
Diversos estudios sobre la caracterización de las conductas antisociales entre niños y niñas, como el realizado por Rutter, Tizard y Whitmore (1970), demuestran que los niños están implicados con más frecuencia en sustracciones, peleas, absentismo escolar, destrucción y mentiras, en el transcurso de su desarrollo.
En general, los niños tienden a mostrar niveles más elevados de exteriorización de síntomas característicos de las conductas antisociales. Por el contrario, las niñas tienden a presentar mayores índices de interiorización de síntomas antisociales como timidez, hipersensibilidad y quejas físicas. Por su parte, Robins (1966) determinó que la edad media de inicio de conductas antisociales en niños se hallaba en el intervalo de 8 a 10 años, y que en las niñas se encontraba entre los 14 y los 16 años. Por lo tanto, la conducta antisocial se considera que es tres veces más frecuente en los niños en comparación con las niñas.
Es importante destacar la diferencia existente entre el cuadro sintomático de los niños y las niñas antisociales. El robo y la agresión son más probables en los niños, mientras que en las niñas suele darse un inadecuado comportamiento sexual. Por este motivo se observa una mayor proporción de niños que son remitidos a intervención/tratamiento por causa de agresión, robo, engaño, etc., y una proporción más elevada de intervención por problemas sexuales y crueldad hacia los animales y otras personas en las niñas. En general, se observa la existencia de diferencias claras en la conducta antisocial en función del sexo.

• Diferencias de edad en el comportamiento antisocial:
En cuanto a las diferencias que se pueden establecer en el comportamiento antisocial teniendo en cuenta el parámetro de la edad, se debe destacar que las conductas asociadas a este comportamiento son relativamente estables a lo largo de los años, aunque disminuyen con el aumento de edad en la mayoría de los casos.
La edad de comienzo de los síntomas ofrece una primera división en dos tipos: de inicio infantil, antes de los 10 años, o de inicio adolescente. En el primer caso, el desorden antisocial resulta de mayor gravedad y puede presentar una continuidad de los síntomas que se prolongue incluso hasta la vida adulta. Las disfunciones cognitivas son mayores cuanto más precoz sea la aparición del trastorno. De menor gravedad resulta la forma del trastorno antisocial limitado a la adolescencia.

3.3. Diferencias de género y edad en el comportamiento antisocial
Así, se observa en la infancia que los primeros problemas que surgen en los niños con comportamiento antisocial pueden consistir en conductas de desafío y negación, características del trastorno negativista desafiante. Posteriormente puede surgir el diagnóstico de trastorno disocial, pero la gran mayoría de niños y adolescentes diagnosticados todavía satisface los criterios del trastorno negativista desafiante y mantiene su comportamiento antisocial anterior.
Por otra parte, en la adolescencia se observa un proceso de inicio en la realización de actividades ilegales y, aunque en su mayoría suelen ser actos aislados, en algunos casos son tan habituales que se les puede diagnosticar un trastorno disocial o antisocial. Estos jóvenes tienden a mostrar menos comportamientos graves y a ser menos agresivos y, probablemente, esta conducta no persistirá más allá de la adolescencia.
Las conductas antisociales son el resultado de un conjunto de características individuales, familiares, ambientales, socioeconómicas y culturales. Por este motivo, es fundamental conocer los posibles factores de riesgo de los diferentes ámbitos que pueden contribuir a la aparición de dichas conductas. Los factores individuales que es necesario tener en cuenta a la hora de prevenir la aparición y/o el mantenimiento de las conductas antisociales son:

• Deficiencias fisiológicas y neurológicas:
- Complicaciones perinatales y prenatales (infecciones de la madre, nacimientos prematuros, falta de peso al nacer, fallos respiratorios en el nacimiento, etc.).
- Alteraciones en el lóbulo frontal.
- Alteraciones electroencefalográficas variables.
• Alimentación:
- Disminución en la ingestión de vitaminas (sobre todo de vitamina B).
- Disminución de minerales (especialmente hierro) y aditivos.

• Temperamento:
- Hiperexcitabilidad.
- Hiperactividad.

• Características de la personalidad:
- Inestabilidad, dependencia y bajo control emocional.
- Frialdad, dureza emocional, crueldad y falta de empatía.
- Necesidad de inmediatez de gratificación, debido a su motivación en la búsqueda de activaciones adicionales.
- Focalización en el presente y falta de perspectiva de futuro.
- Inhibición social y comportamiento inconformista.

• Desarrollo moral:
- Egocentrismo y egoísmo.
- Débiles sentimientos de culpa y/o remordimientos.
- Factores motivadores a largo plazo (deseo de bienes materiales, de estatus en el grupo de iguales, de satisfacción sexual) combinados con dificultades para lograr estas metas por medios legales.
• Relaciones interpersonales:
- Problemas a la hora de relacionarse con los demás.
- Deficiencias en el procesamiento de la información social y en las habilidades relacionadas con la resolución de problemas.

• Deficiencias académicas:
- Retraimiento escolar y bajo cociente intelectual.
En todas las conductas propias del repertorio de los niños y los adolescentes, es fundamental la existencia de unas prácticas y actitudes disciplinarias adecuadas por parte de los padres. Los factores de riesgo que pueden presentarse en el ámbito familiar son:

• Interacción entre padres e hijos:
- Poca o ninguna participación familiar.
- Patrones comunicativos defensivos, falta de comunicación y/o falta de respeto.
- Abusos y maltratos hacia los hijos.
- Constantes órdenes a los hijos.
- Ignorancia por parte de los progenitores acerca de las conductas prosociales adecuadas.
- Recompensa de la conducta antisocial a través de atención y conformidad.
- Carencia de atención y supervisión de los padres hacia los hijos.
- Falta de apego, afecto y apoyo emocional.
- Rechazo de los padres hacia los hijos.
- Existencia de un claro dominio de uno de los miembros familiares.
- Rigidez y severidad de los castigos impuestos por los padres en el hogar.
• Relaciones conyugales:
- Infelicidad en la pareja.

3.4.2. Factores familiares
- Matrimonios separados.
- Discusiones y/o conflictos constantes de pareja.
- Agresiones y violencia entre los padres.
• Orden de nacimiento y número de miembros de la familia:
- Mayor presencia de conductas antisociales en hijos intermedios.
- Mayor probabilidad de conductas antisociales en familias numerosas, hijos con hermanos mayores y/o con una gran distancia entre cada hermano.

• Psicopatología familiar:
- Presencia de personalidad antisocial en uno de los padres, abuelos o tutores.
- Alcoholismo de los padres.
- Presencia de conductas delictivas y criminales en los padres.

• Disciplina:
- Dureza en la actitud y práctica disciplinaria rígida, o relajada e inconsistente, de los padres con sus hijos.
- Modelo coercitivo de los padres.
- Severidad de castigos y castigos inconsistentes.
- Falta de supervisión de los hijos por parte de los padres.
- Normas y actitudes interiorizadas que favorecen la conducta antisocial.
- Ausencia de normas en relación con temas como: a dónde puede ir el niño y cuándo tiene que volver a casa.
Aunque sabemos que el comportamiento antisocial en los centros escolares puede estar determinado por variables sociales y familiares ajenas a la escuela, también existen variables internas, correspondientes al propio centro educativo, que parecen estar relacionadas con la presencia de comportamientos antisociales.

• Características del centro:
- Malas condiciones de las infraestructuras del colegio (aulas sucias, mobiliario en mal estado, carencia de material escolar adecuado, etc.).
- Ausencia o exceso de normas, disciplina y orden.

• Características del profesorado:
- Escasa o nula atención por parte del profesorado a los problemas personales de los alumnos.

3.4.3. Factores escolares
- Ausencia de atención escolar adecuada a las necesidades académicas y de conducta de los alumnos.
- Insuficiente porcentaje de tiempo de dedicación del profesor en el aula a procesos de grupo y de fomento de relaciones interpersonales.
- Ausencia de refuerzo del profesor en el trabajo realizado por los alumnos.
- Uso inadecuado del poder del profesorado sobre los alumnos.

• Características del alumnado:
- Falta de integración escolar.
- Escasa responsabilidad individual de los alumnos.
- Puntuaciones bajas en el rendimiento académico e intelectual.
Al igual que los demás factores mencionados, los aspectos socioeconómicos y culturales en los que se desenvuelve el menor, pueden actuar de factores de riesgo para los comportamientos antisociales.

• Factores socioeconómicos:
- Desempleo de los padres o tutores.
- Pobreza.

• Factores culturales:
- Marginación.
- Exposición a programas de televisión violentos o agresivos en la infancia y la adolescencia.
- Desarrollo del menor en un hábitat urbano, en áreas superpobladas o en espacios que permitan escasa movilidad.
3.5. Comportamiento antisocial, trastorno de personalidad antisocial y delincuencia
Establecer una relación entre comportamiento antisocial, trastorno de personalidad antisocial y delincuencia resulta difícil. Numerosas investigaciones se han interesado por conocer si existe una continuidad entre estos conceptos.
Una primera complicación a la hora de obtener conclusiones será la forma indiferenciada en la que se usan términos como conducta antisocial, trastorno antisocial, trastorno disocial o delincuencia, algo que puede dar lugar a una confusión en la identificación como sinónimos de términos que, en realidad, no lo son. Por este motivo, en este apartado intentaremos delimitarlos con claridad.

3.4.4. Factores socioeconómicos y culturales
El término de comportamiento antisocial hace referencia a una amplia variedad de actos que violan las normas sociales y los derechos de las demás personas y animales, como puede ser el caso de las peleas, las mentiras, la desobediencia, etc. Para concretar, un comportamiento antisocial hace referencia a un patrón de conducta persistente e inadecuado en relación con la edad del sujeto en cuestión, caracterizado por:
- Quebranto de las normas sociales de convivencia y materialización de atentados contra los derechos de los demás.
- Agresividad.
- Ausencia de control de impulsos.
- Violación de las normas de forma repetitiva con deterioro de la actividad relacional y académica.
Si los diferentes síntomas presentes en este comportamiento se aprecian de forma aislada tendrán la consideración de conductas sociales desviadas. Sin embargo, si se presentan de forma estable y continua, se establece un patrón de conducta persistente y repetitivo que perturba a los demás y al propio desarrollo psicológico y evolutivo del menor, dando lugar a un patrón de conducta antisocial.
La característica esencial de una persona con trastorno antisocial de la personalidad es la presencia de un patrón de conductas de desprecio y violación de los derechos de los demás. Este trastorno tiene su inicio en la infancia y/o al principio de la adolescencia y puede continuar en la edad adulta si no se plantea una adecuada prevención e intervención. Sin embargo, para que se pueda establecer un diagnóstico fiable, la persona debe tener al menos 18 años y haber manifestado desde los 15 años conductas
antisociales.

Las principales características de la personalidad antisocial las podemos sintetizar en:
- Fracaso para adaptarse a las normas sociales.
- Deshonestidad, demostrada por la presencia de constantes mentiras y estafas a otros para beneficio propio.
- Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro.
- Irritabilidad y agresividad.
- Despreocupación por su seguridad o la de los demás.
- Irresponsabilidad constante.
- Falta de remordimientos.

3.5.1. Comportamiento antisocial
3.5.2. Trastorno antisocial de personalidad
En el ámbito jurídico y legal, la delincuencia hace referencia a un conjunto de conductas significativas complejas que se expresan con el incumplimiento de las normas sociales y de
las prohibiciones. La delincuencia suele presentarse generalmente durante la adolescencia (delincuencia juvenil) y tiene un carácter transitorio y reaccional. Se considera transitoria durante el período de inmadurez y
dependencia característica de la etapa evolutiva de la infancia y la adolescencia, y finalizaría (aunque no en todos los casos) con la obtención de la autonomía, el dominio de la identidad sexual y la obtención de un papel social.
De esta forma, se entiende por delincuencia juvenil el conjunto de conductas infractoras que violan las normas por imprudencia, interés, renegación y/o desafío; llevadas a cabo por personas que no han alcanzado aún la mayoría de edad penal, que supone una barrera entre el mundo de los menores al mundo de los adultos. De esta forma, según las leyes de nuestro país, se define la delincuencia juvenil como el fenómeno social constituido por el conjunto de infracciones penales cometidas por personas mayores de 14 años y menores
de 18.
Frecuentemente se ha considerado la delincuencia como una realidad meramente individual. Sin embargo, estudios actuales afirman que se trata de un fenómeno que mantiene vínculos con cada tipo de sociedad y que es un reflejo de las características de ésta, además de variar según la edad y el sexo de los delincuentes. Por ejemplo, cuanto más joven es un delincuente, mayor probabilidad existe de que se reitere en su actividad delictiva y, a su vez, mayor probabilidad tiene de convertirse en un delincuente adulto.
Actualmente, la delincuencia juvenil se viene asociando con diferentes aspectos que destacamos a continuación:

• Factores de la sociedad actual: problemas de inserción, déficits estructurales, trastornos narcisistas y problemas de reconocimiento del lugar de los menores en la sociedad actual.

• Factores personales del menor: locus de control predominantemente externo, baja autoestima, invulnerabilidad percibida, estilo cognitivo rígido, bajo autocontrol, impulsividad y baja tolerancia respecto a la frustración, ausencia de empatía, desarrollo moral inadecuado, inestabilidad psicológica y emocional y sentimiento de abandono.

• Factores familiares: problemas conyugales, separaciones y divorcios, malos tratos, interacciones padre-hijo inadecuadas, ausencia de supervisión y control de conductas, marginación socioeconómica y movilidad geográfica.

3.5.3. Delincuencia juvenil
Al igual que la inadaptación social, la conducta antisocial es uno de los mayores problemas que existen en la sociedad actual. Como todo problema de conducta, su aparición puede estar condicionada por la presencia de determinados factores de riesgo que deben prevenirse desde la infancia, tanto en el ámbito familiar, como en el escolar, el social y en el grupo de iguales. Además, es necesario tener en cuenta que todos estos factores de riesgo pueden interactuar entre ellos.
Sin embargo, en esta problemática es más importante el control y la prevención, puesto que puede dar lugar además de a la delincuencia, a un trastorno de mayor gravedad, como es el caso del trastorno antisocial de la personalidad.
Por este motivo, como conclusión, nos gustaría destacar unas palabras escritas por Javier Urra, publicadas en la revista INFOCOP (2004), coordinada por el Colegio Oficial de Psicólogos de España:
«Permítanme elaborar la receta de la vacuna antiviolencia:
1.º Se pone atención al niño desde antes que nazca (es el producto, de su calidad va a depender el resultado).
2.º Se le quiere (se le besa con tacto, se le escucha, se le hace partícipe).
3.º Igual que se vigila una cazuelita y se mueve, se le va dando autonomía y libertad (desde la tutela).
4.º Se adereza con unas gotitas de buen humor, capacidad autocrítica y autocontrol.
5.º Se va ligando la “salsa” de la socialización del conocimiento al “otro”, del respeto a toda persona, animal, planta, objeto, de la aceptación de lo distinto. Se erradica el riesgo de la anestesia ante el dolor ajeno.
6.º Se añade capacidad para aceptar frustraciones, para diferir gratificaciones.
7.º Se retira “del fuego”, para que se oxigene con buenos lbros, pintura, teatro. Para que admire y disfrute de la naturaleza, los animales, para que desde pequeño haga deporte y se apunte a grupos (campamentos, etc.) que despierten la solidaridad.
8.º Se prueba y sazona (decir en algún momento no).
9.º Readorna con posibilidades para que sea solidario (inclusión en ONG), para que reflexione, cuál es la razón de la vida.
10.º Se presenta en sociedad valorando su autoestima, recalcando que es y se siente útil.
11.º Se sirve en una fuente social donde prevalezca una higiene mental colectiva.
Con unas pinzas de prevención o lo que es igual de educación. Educación que es de calado lento, de generación en generación. Y tendremos un gran plato, un gran muchacho.»

Bibliografía básica
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DORON, R. y F. PAROT (1998): Diccionario Akal de psicología, Akal, Madrid.
KAZDIN, A. E. y G. BUELA-CASAL (1994): Conducta antisocial: evaluación, tratamiento y prevención en la infancia y adolescencia, Pirámide, Madrid.
ROJAS, E. (2001): ¿Quién eres? De la personalidad a la autoestima, Círculo de lectores, Barcelona.
SOTO, J. y otros (1999): Manual del educador de calle, Asetil, Pontevedra. Bibliografía complementaria
BELLOCH, A., B. SANDÍN y F. RAMOS (2000): Manual de Psicopatología, vol. 2, McGraw-Hill, Madrid.
BERGÉ, A. (1981): El niño de carácter difícil, Morata, Madrid.
BUELA-CASAL, G. (1993): Manual de evaluación psicológica, Siglo XXI, Madrid.
CABALLO, V., G. BUELA-CASAL y J. A. CARROBLES (1996): Manual de psicopatología y trastornos psiquiátrico, vol. 2, Pirámide, Madrid.
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KAZDIN, A. E. (1988): Tratamiento de la conducta antisocial en la infancia y la adolescencia, Martínez Roca, Madrid.
PÉREZ, J. (1987): Bases psicológicas de la delincuencia y la conducta antisocial, PPU, Barcelona.
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