miércoles, 7 de julio de 2010

Puntos de vista sobre la conducta antisocial. Planeta Colombia.

Una vez definida la conducta antisocial y su posible clasificación, conviene ahora revisar algunas perspectivas sobre la misma, en particular, la legal, la psicopatológica y la psicológica.


La conducta antisocial desde el punto de vista legal

Desde esta perspectiva, se considera conducta antisocial aquella socialmente sancionable, a la luz de unos códigos que buscan proteger los derechos, la integridad y las buenas costumbres de los miembros de una sociedad.
Las sanciones para las conductas legalmente punibles generalmente varían en intensidad de acuerdo con la seriedad de las mismas y obedecen, por lo común, a una concertación social que delimita qué conductas son indeseables y qué tipo de sanciones ameritan. Debido a que las conductas legalmente punibles contempladas en los códigos penales, tienen el potencial de generar algún tipo de dolor o daño físico, psicológico, moral o de otra índole, sobre otras personas, la perspectiva legal generalmente se ciñe a la definición de conducta antisocial delineada previamente.

La conducta antisocial desde el punto de vista psicopatológico

Desde esta perspectiva, la conducta antisocial se considera el síntoma de una enfermedad mental. Dentro del ámbito de la psiquiatría tradicional se han desarrollado, en ese sentido, dos entidades nosológicas cuyo síntoma principal es la conducta antisocial: El trastorno disocial, el cual se diagnostica en la infancia o la adolescencia y el trastorno antisocial de la personalidad, que se diagnostica a partir de los dieciocho años de edad. Ambos trastornos tienen en común la comisión reiterada de actos al margen de las normas y en contra de los derechos de los demás.

Tal como con las enfermedades “físicas”, desde este punto de vista se tiende a considerar que el origen de la conducta antisocial reside en un malfuncionamiento interno de alguna naturaleza, por lo que se apoya en los estudios que han encontrado disfunciones a nivel neurológico, neuropsicológico o neurobiológico en individuos con trastorno disocial y otras formas de conducta antisocial (véase el cuarto capítulo). También sustenta el desarrollo de tratamientos farmacológicos para dicho trastorno, como los reseñados en el capítulo octavo de este libro.

Uno de los principales inconvenientes de este enfoque es el estigma que puede generar el diagnóstico de una enfermedad mental. Entre la gente común el concepto de enfermedad mental generalmente es negativo, por lo que no es raro que su diagnóstico genere rechazos y una imagen negativa de las personas que lo reciben. El descuido de los factores ambientales que favorecieron el desarrollo del trastorno es otra de las principales desventajas de esta perspectiva. Al asumir que la conducta antisocial es un síntoma de una enfermedad, este enfoque asume que su origen está dentro del mismo individuo, por lo que puede pasar por alto el papel que ha cumplido y que cumple el entorno que rodea al individuo. Como veremos en la segunda parte de este libro, los niños, niñas y adolescentes con trastorno disocial han estado expuestos a una serie de circunstancias socio familiares adversas, que pueden explicar el desarrollo de ese patrón de conducta antisocial.

Debido a lo anterior, este enfoque tampoco favorece el empoderamiento del individuo sobre su propio problema. Ya que la causa de la conducta antisocial reside en una enfermedad, el individuo puede percibir que la realización de dicha conducta se escapa a su control, aportando muy poco para su propio proceso de cambio. La conducta antisocial desde el punto de vista psicológico: como rasgo estable depersonalidad o dependiente del contexto.

Calificamos a una persona como “agresiva” cuando la vemos llevar a cabo conductas de esa naturaleza en diferentes momentos y ante diferentes personas y situaciones, algo similar a lo que ocurre cuando se califica a una persona como “pacífica”, debido a que se muestra de esa manera en diferentes momentos y ante distintas personas y situaciones. No obstante la experiencia muestra que tanto la agresión como otras formas de conducta antisocial pueden manifestarse de diferentes maneras y que su expresión depende de la situación particular. Así, las personas consideradas “agresivas” no siempre lo son, ni siquiera en situaciones parecidas y las personas vistas como “pacíficas” no siempre exhiben esa característica.

La consideración de la conducta antisocial como un rasgo estable del comportamiento de un individuo subyace al punto de vista de dicha conducta como una característica de personalidad. La perspectiva contraria a este punto de vista plantea que la conducta antisocial obedece más al contexto particular y que el individuo ejecuta la misma conducta, o una similar, en otro contexto si dicha conducta tiene las mismas consecuencias que en el contexto anterior.

De acuerdo con este último punto de vista, la ejecución de un acto antisocial en un momento dado no obedece tanto a un rasgo, como a las consecuencias que éste recibió por su ejecución en situaciones anteriores o a que no posee dentro de su repertorio otras conductas alternativas a la antisocial. Así, desde esta perspectiva, la conducta antisocial es el fruto de la historia de aprendizaje del individuo, resultante a su vez, de las condiciones únicas, tanto ambientales como biológicas, a las cuales éste ha estado expuesto. Ello permite comprender que la conducta antisocial puede constituirse en un patrón de comportamiento si las circunstancias lo favorecen y que este patrón se puede modificar si se dan las condiciones adecuadas.

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